martes, 1 de noviembre de 2011

EL BOSTEZO CANINO.

Una pareja de jóvenes tenia varios años de casados y nunca pudieron tener hijos.
Para no sentirse solos, compraron un cachorro Pastor Alemán y lo amaron como si fuera su propio hijo.

El cachorro creció hasta convertirse en un grande y hermoso Pastor Alemán.
El perro salvó, en mas de una ocasión, a la pareja de ser atacada por ladrones.
Siempre fue muy fiel, quería y defendía a sus dueños contra cualquier peligro.

Luego de siete años de tener al perro, la pareja logro tener el hijo tan ansiado.
La pareja estaba muy contenta con su nuevo hijo y disminuyeron las atenciones que tenían con el perro.
Este se sintió relegado y comenzó a sentir celos del bebe, y no era el perro cariñoso y fiel que tuvieron durante siete años.


Un día la pareja dejo al bebe plácidamente durmiendo en la cuna, y fueron a la terraza a preparar una carne asada.

Cual fue su sorpresa,cuando se dirigían al cuarto del bebé y ven al perro en el pasillo, con la boca ensangrentada, moviéndoles la cola.

El dueño del perro casi sin pensar, saco un arma que llevaba y en el acto mato al perro.
Luego corrió al cuarto del bebé y para mayor sorpresa encontró una gran serpiente degollada.

El dueño comenzó a llorar y a exclamar: ¡He matado a mi perro fiel!
Entre los perros de circo, capaces de juegos de habilidad complicadísimos, que suponen una gran capacidad de aprendizaje, sólo en muy pocos casos son perros de raza; no es porque un perro común coste menos, para perros de circo con talento se pagan cifras astronómicas. Además del nivel más alto de inteligencia y de capacidad de aprendizaje, son principalmente el menor nerviosismo y la mejor actitud a soportar las tensiones, precisamente del perro vagabundo, a permitir prestaciones cualitativamente superiores. No es una casualidad que la descripción más bella del ánimo canino, Señor y perro de Thomas Mann, se refiera a un perro común y corriente, un perro de granja.

De mis perros un solo semental era verdaderamente de pura raza, un verdadero ejemplar de exposición, un perro pastor de nombre Bindo. Era indudablemente un tipo noble, un caballero sin mancha ni miedo, pero en cuanto a delicadeza de sentir y a la complejidad de la vida psíquica no estaba en igualdad de condiciones que mi perra pastor Tito, hija de los bosques y prados, sin la sombra de un pedigree. Mi bulldog francés poseía, es verdad, un árbol genealógico, pero era decididamente un producto de descarte: era demasiado grande, el cráneo y las patas eran demasiado largos, el dorso recto y, no obstante todo esto, estoy convencido que ningún campeón premiado de aquella raza habría podido poseer la calidad de voluntad de mi Bully.

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