miércoles, 30 de noviembre de 2011

CARLOS LATRE PUSO EL HUMOR. MUY GRACIOSO./ SUSANA GUZMÁN PERIODISTA CHILENA.

TÍTULO: CARLOS LATRE PUSO EL HUMOR. Carlos Latre Ruiz (Castellón de la Plana, 30 de enero de 1979) es un actor cómico e imitador español.
Carlos Latre realizó sus estudios secundarios (hasta COU) en el Institut Martí Franqués de Tarragona.
Comenzó como locutor radiofónico en la cadena SER, en el programa 40 Principales y en Cadena Dial. En televisión inició su participación en 1999, en el programa Xou com sou de la cadena TV3.
Se hizo muy conocido por sus imitaciones en el late night Crónicas Marcianas de Telecinco de diversos personajes, como La Pitonisa Lola, Torrente, Juan Carlos I o Cayetana de Alba.
Posteriormente, comenzó un programa propio en Telecinco, Latrelevisión, con un discreto éxito de audiencia. Tras su cancelación, marchó a la cadena Cuatro.
También ha trabajado actor de doblaje en películas como Garfield, La increíble pero cierta historia de Caperucita Roja y El libro de la selva 2.
Es galardonado en 2004, con el Micrófono de Oro de la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión.
En abril de 2007, acompañado de un elenco de otros nueve imitadores, regresó a Telecinco con el programa Réplica, un espacio cómico de parodias. El programa fue retirado después de tres emisiones, que cosecharon una cuota de pantalla media del 14,3%, por debajo de la media de cadena, situada en el 19%.[1]
Desde septiembre de 2008 participa también en el programa Crackòvia de TV3, espacio satírico que, siguiendo la fórmula de Polònia, parodia la actualidad deportiva.[2]
Desde hace varios años colabora semanalmente con Carlos Herrera en su programa Herrera en la Onda, en Onda Cero.
Ha sido pregonero de las fiestas de Carthagineses y Romanos de Cartagena en el año 2010.
En 2011 presenta por toda España "Yes, we Spain" una obra de teatro en la que solo actúa el.
En Antena 3, ha colaborado como imitador en DEC y La Escobilla Nacional.7
Actualmente hace de jurado en el programa de Antena 3 Tu cara me suena,etc.

TÍTULO: SUSANA GUZMÁN PERIODISTA CHILENA.


Hace ya dos años que volví de Palestina y desde entonces, quiero escribir este mail. Pero es tan grande todo lo vivido, que en dos años no he podido sentarme a resumir todo lo que quisiera contarles, para que al menos pudieran dimensionar lo que ahí sucede. Porque eso me pasó a mí. Creí ser conocedora del tema -algo al menos- creí saber y entender algo del "conflicto" y de la "causa", pero nada se asemeja a vivirlo. No hay libro que uno lea y no hay imágenes que uno vea, que puedan graficar lo que ahí sucede. Uno puede ser un "experto" en la materia, pero si no se ha pisado ese suelo, si no se ha respirado ese aire, si no se ha palpado esa miseria, es imposible llegar a comprender el lento genocidio que ocurre en esas tierras.

Es imposible, porque quienes lo cometen han sido las grandes víctimas del siglo XX y entonces cualquiera que acaso condene alguno de sus actos, corre el riesgo de ser tachado de antisemita. De hecho, eso aprendimos en el curso de "Conflicto en Medio Oriente" al que entré como invitada de piedra a unas cuantas horas de Tel Aviv. A la veintena de periodistas latinoamericanos que estábamos ahí, nos entregaron un riguroso listado de claves conductuales que se titulaba: "Cómo identificar el antisemitismo del siglo XXI". Y creo que muchos lo leímos y en voz baja pensamos que fácilmente seríamos tachados de antisemitas. Por eso, muchos callan. Porque ser antisemita ante el horror del holocausto, es algo inaceptable hoy, a más de 50 años de esa masacre original que le devuelve la mano al destino, convirtiendo a sus propias víctimas, en monstruos sedientos de sangre, como si la venganza ante el dolor sufrido, saliera a borbotones medio siglo después.

Ahí está el primer gran error. El holocausto judío nos avergüenza como especie. No hay duda. Al recorrer los campos de concentración que quedaron como vestigio, uno se pregunta cómo pudo existir ese infierno, mientras el mundo seguía girando. Cómo en esos precisos instantes, no fuimos capaces de detenerlo. Cómo fue posible que millones de seres fueran perseguidos, torturados y asesinados de la forma más cruel, en el más completo silencio del resto del planeta. Quizás, luego de la desolación y el horror que uno siente, eso es lo que más sorprende del holocausto: la indolencia y complicidad silente. Hoy, muchas décadas después, lo condenamos y somos cuidadosos al tener el más mínimo acto de aceptación de alguna actitud nazi.... ¿verdad?

¿Tendrán que pasar nuevamente décadas para que entonces nos preguntemos cómo fue posible que en el más completo silencio se masacrara a los palestinos?

¿Entonces seremos capaces de ver las fotos de los moribundos detrás del muro esperando comida? ¿A las mujeres pariendo en las fronteras establecidas por el sionismo? ¿A los prisioneros que Israel mantiene en condiciones infrahumanas? ¿Veremos entonces el muro y sus rejas interminables, con un judío hablando detrás de un vidrio mientras te grita que te quites la ropa una y otra vez, solo para atravesar de una lado a otro y poder visitar a tu familia? Y lo que parece más terrible aun, ¿las fotos de los palestinos tatuados con un número en los brazos como un carnet imborrable que les autoriza entrar a Jerusalem? Sí, tatuados. Igual que esas fotos espantosas de esqueléticos judíos fichados en los Campos de Concentración. Hoy, de palestinos.

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